Una introducción a Rusia

Para los occidentales, Rusia siempre ha sido una presencia siniestra: gigantesca, misteriosa, exótica, desconocida, tal vez un poco atrasada y levemente peligrosa. En las décadas previas a las revoluciones rusas de 1917, los occidentales sabían aún menos al respecto. Los británicos, por ejemplo, se habían criado con una dieta de animosidad y paranoia políticamente motivada en el siglo XIX hacia Rusia y su pueblo. Estas hostilidades, que se remontaban a la guerra de Crimea de la década de 19 y a la competencia imperial en el este, pintaron un panorama poco atractivo de Rusia. El zar (emperador) ruso era un tirano cruel y sus nobles una tribu poderosa pero incivilizada; el pueblo ruso era una horda de campesinos brutalizados y sufridos durante mucho tiempo. La sociedad, la cultura y la religión rusas no habían sido reformadas y todavía eran esencialmente medievales. Las caricaturas satíricas inglesas del siglo XIX retrataban a la nación rusa como un oso enorme: lento y torpe pero intrínsecamente peligroso.

Estas impresiones, si bien se basaban en alguna realidad fáctica, eran tremendamente exageradas. Lo que sí es cierto es que el tamaño por sí solo convirtió al imperio del zar en una superpotencia continental, con potencial para dominar Europa, si no el mundo. Era territorialmente enorme, con una masa de tierra que cubría 22.4 millones de kilómetros cuadrados o una sexta parte del mundo. Hoy en día, esta misma área abarca 11 zonas horarias diferentes. La Rusia imperial compartía fronteras con otras 28 naciones, estados o principados. Sus armadas defendieron un litoral de más de 40,000 kilómetros. Dentro de este vasto reino había una gran diversidad de terreno y geografía. La mayor parte de Rusia estaba compuesta por vastas llanuras, ya fuera de tierras cultivables, estepa (pastizales planos) o tundra helada. Las cadenas montañosas incluían el Cáucaso en el este y los Montes Urales, la línea divisoria no oficial entre la Rusia europea y la asiática. El imperio estaba atravesado por cientos de ríos y vías fluviales, incluidos el Volga y el Don.

“El error total de nuestra política de décadas es que todavía no nos hemos dado cuenta de que desde la época de Pedro el Grande y Catalina la Grande, no ha existido tal cosa como 'Rusia'. Lo que tenemos es el Imperio Ruso. Dado que el 35 por ciento de la población está formada por extraterrestres y los rusos están divididos en grandes rusos, pequeños rusos y rusos blancos, no podemos ... llevar a cabo una política que ignore las peculiaridades de las otras nacionalidades que pertenecen al Imperio. La consigna de un imperio así no puede ser 'Convirtamos a todos en rusos genuinos' ”.
Sergei Witte, ministro zarista

El pueblo de Rusia era tan diverso y tan extendido como su territorio. En 1897 la población nacional superaba los 128 millones. Esa cifra incluía alrededor de 100 grupos étnicos diferentes, descendientes de innumerables tribus y razas que habían luchado por la tierra y el control durante los siglos anteriores: eslavos, tártaros, mongoles, kazajos, polacos, bashkires y otros. Los rusos de ascendencia eslava constituían una clara mayoría: alrededor del 45 por ciento de la población. Algunos grupos étnicos eran mucho más pequeños y contenían sólo unos pocos miles de individuos. Esta diversidad trajo consigo importantes diferencias lingüísticas y una mezcolanza de ideas religiosas y culturales. El ruso hablado y su forma escrita, el cirílico, eran los idiomas oficiales del estado y los más comunes en la Rusia europea. Pero en el imperio se utilizaban docenas de otras lenguas y dialectos: desde el polaco en el oeste europeo hasta el aleutiano, hablado por los esquimales en el extremo noreste. La Iglesia Ortodoxa, una forma no reformada de catolicismo, era la religión estatal, pero millones de rusos seguían otras derivaciones del cristianismo, además del judaísmo, el islam y el budismo.

A pesar de su tamaño, el desarrollo político, social y económico de Rusia quedó por detrás del de otras "grandes potencias" de Europa: Gran Bretaña, Francia y Alemania. En su mayor parte, los gobernantes rusos del siglo XIX no aceptaron el cambio ni la modernización; se mostraron reacios a alterar el gobierno o las estructuras sociales de Rusia. Como consecuencia de ello, muchos aspectos de la vida rusa reflejaban valores medievales más que modernos. Hasta 19, la mayoría de los agricultores de Rusia eran siervos en régimen de servidumbre: podían comprarse y venderse junto con la tierra. Fue necesaria una derrota militar para instigar las reformas tan esperadas. La derrota de Rusia en la Guerra de Crimea expuso sus deficiencias técnicas e industriales, revelando una nación que carece de fuerza industrial e infraestructura. Estas deficiencias pusieron a Rusia en riesgo en caso de otra guerra con sus vecinos continentales más avanzados.

A raíz del desastre de Crimea, el "zar reformador" de Rusia, Alejandro II, inició un programa de cambio. Estas reformas no siempre fueron bien manejadas y no siempre produjeron los resultados deseados, pero presagiaron el comienzo de la transformación de Rusia de una economía agraria semifeudal a una moderna parcialmente industrializada. También desataron un impulso a favor de la liberalización política y social, ya que muchos rusos clamaban por mejores derechos y participación política. En 1881, Alejandro II recibió el pago de sus reformas al ser despedazado por una bomba asesina. Rusia entró en cuatro décadas de reacción, represión, malestar, guerra y revolución.

1. Rusia no era una nación sino un imperio que abarcaba una enorme superficie y cubría una sexta parte de la masa terrestre de la Tierra.

2. Rusia estaba habitada por más de 128 millones de personas de considerable diversidad étnica, cultural, religiosa y lingüística.

3. Hasta mediados del siglo XIX, la estructura social de Rusia era semifeudal y la mayoría de los rusos vivían en zonas rurales como siervos.

4. La derrota en la guerra de Crimea expuso la necesidad de una reforma social y económica, un proceso iniciado por el zar Alejandro II.

5. Durante la segunda mitad del siglo XIX, las reformas de Alejandro –así como algunos intentos de revertirlas– desencadenaron cambios significativos, malestar social y sentimiento revolucionario en Rusia.


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Esta página fue escrita por Jennifer Llewellyn, John Rae y Steve Thompson. Para hacer referencia a esta página, utilice la siguiente cita:
J. Llewellyn et al, “Una introducción a Rusia” en Historia alfa, https://alphahistory.com/russianrevolution/introduction-to-russia/, 2018, consultado [fecha del último acceso].