La siguiente petición, titulada 'Memorias de los príncipes de la sangre', fue entregada al rey en diciembre de 1788, al concluir la segunda Asamblea de Notables:
“Vuestra Majestad ha manifestado a los príncipes de sangre que, cuando deseen decirle lo que pueda ser útil a su servicio y al Estado, se dirijan a él. El conde de Artois, el príncipe de Conde, el duque de Borbón, el duque de Enghien y el príncipe Conti creen que es su deber responder a esta invitación de Su Majestad ...
Señor, el Estado está en peligro; tu persona es respetada, las virtudes del monarca aseguran el homenaje de la nación; pero Señor, se está gestando una revolución en los principios del gobierno; está siendo provocado por el fermento de opiniones. Instituciones supuestamente sagradas, que esta monarquía ha hecho prosperar durante tantos siglos, se han convertido en materia de debate, o incluso se describen como injusticias.
Los escritos aparecidos durante la Asamblea de Notables, los informes que se han entregado a los príncipes abajo firmantes, las demandas planteadas por varias provincias, pueblos o corporaciones; los objetivos y el estilo de estas demandas y estos informes; todo proclama, todo revela un sistema de deliberada insubordinación y desprecio a las leyes del Estado. Cada autor se erige como legislador; la elocuencia o la capacidad de escribir, aun careciendo de estudio, conocimiento y experiencia, parece ser suficiente para determinar la constitución de los imperios; Quien hace una propuesta atrevida, quien propone cambiar la ley, está seguro de tener lectores y público.
Tal es el infeliz progreso de esta agitación que opiniones que hace poco tiempo parecían reprobables, hoy parecen razonables y justas; y aquello por lo que la gente buena está indignada hoy, en poco tiempo, tal vez pase por regular y legítimo.
¿Quién puede decir dónde terminará la imprudencia de las opiniones? Los derechos del trono han sido cuestionados; los derechos de los dos órdenes del Estado dividen opiniones; pronto los derechos de propiedad serán atacados ...
Que el Tercer Estado deje de atacar los derechos de los dos primeros órdenes; derechos que, no menos antiguos que la monarquía, deben ser tan inmutables como su constitución; que se limite a buscar la rebaja de los impuestos que le graven; los dos primeros, reconociendo en el Tercer Estado a los ciudadanos que les son queridos, podrán, por la generosidad de sus sentimientos, renunciar a aquellas prerrogativas que tienen una dimensión económica, y consentir en llevar las cargas públicas en la más perfecta igualdad. "